Con muchas limitaciones, la cultura sigue adelante. Durante este mes se celebra la inauguración de la nueva temporada en las galerías de arte en varias ciudades de nuestro país. Después de que la semana pasada Madrid se lanzase con Apertura, llega el turno de la sexta edición del Barcelona Gallery Weekend. Del 16 al 20 de septiembre, 29 galerías inauguran simultáneamente sus nuevas exposiciones en la ciudad condal. Como en todo, también aquí la covid-19 impone sus reglas: esta vez no habrá eventos sociales, ni se espera una gran afluencia de coleccionistas extranjeros, pero las galerías de Art Barcelona se han esforzado por ofrecer una programación variada y de calidad en la que cualquiera puede adentrarse. Àlex Nogueras es el presidente de la asociación y también, junto con Rebeca Blanchard, uno de los dos socios de la galería Nogueras Blanchard, con sedes en Barcelona y Madrid. Esto lo convierte en un indicador bastante fiable de la situación del arte y la cultura en nuestro país, que posiblemente ha conocido mejores momentos, pandemias aparte.
¿Ha supuesto muchos esfuerzos extra poner en pie este Barcelona Gallery Weekend?
Diría que hemos tenido que emplear aún más creatividad que esfuerzo. También se ha intentado que trascienda la idea de fin de semana, que mantenga su naturaleza de evento pero que se pueda alargar en el tiempo. Y hemos apostado sobre todo por el público nacional.
¿Ha habido muchas cancelaciones de visitantes extranjeros?
Es difícil que los coleccionistas internacionales vengan ahora porque España es un país de riesgo y algunos países exigen cuarentena al regreso. Así que sí hemos tenido cancelaciones internacionales, pero también muestras de afecto y apoyo de muchos que por las circunstancias no vienen este año y que quisieran estar aquí.
La Generalitat acaba de nombrar una nueva consejera de Cultura, Àngels Ponsa, tras el cese repentino de la anterior, Mariàngela Vilallonga. ¿Cómo valora este movimiento?
Imagino que Ponsa tendrá su propia agenda, pero ya estaba en equipo de consejera anterior, y había trabajado codo a codo con nosotros. Ponsa fue parte de la definición e implementación del Plan de la Artes Visuales, lo que no había sido el caso de Vilallonga. Desde hace unos años desarrollamos ese Plan como un acuerdo de todo el sector precisamente para que no pudiera llegar un nuevo político y cambiarlo todo sin consenso. Incluye un fondo para comprar obra de artistas catalanes o residentes en Cataluña con un presupuesto que empezó en 150.000 euros y que este año, excepcionalmente, ascendió a 400.000.
No parece un presupuesto muy elevado para comprar arte, ¿no?
Bueno, siempre pensamos que era insuficiente, pero hemos ido luchando para que se incremente. Piensa además que hemos estado con presupuestos prorrogados, y el importe no se podía cambiar. Pero poco a poco vamos arañando. La idea es hacer realidad la reivindicación de que se dedique el 1,5% de obra pública a la cultura, y en particular a adquisición de arte contemporáneo. Es algo que está en la ley, pero nunca se cumple realmente, porque por ejemplo los constructores acaban colando en las rotondas partidas que no son de arte como tal.
Ya tendríamos una explicación a la abundancia de dudoso arte en nuestras rotondas.
Además siempre se ha priorizado la restauración de monumentos frente a la adquisición de arte contemporáneo. Nosotros queremos recuperar para el arte contemporáneo esos presupuestos que por ley nos corresponden. Y que se llegue al 2% del presupuesto, con todo el sector de la cultura unido. Esa demanda la tenemos con la actual consejera como la teníamos con la anterior.
Supongo que haber cambiado de consejero de cultura cinco veces en los últimos cuatro años no ayudará a lograr esos objetivos.
Para nosotros es engorroso tener que cambiar de interlocutor cada dos por tres, sí. Aunque en este caso es menos cambio, porque al menos Ponsa viene ubicada de serie.
Se ha conocido que en Barcelona las visitas a museos han caído un 80% con la crisis de la covid-19. Y hace unos días el artista y teórico Daniel García Andújar, que reside en Barcelona, publicaba en sus redes sociales un interesante texto sobre el estado del arte en la ciudad, que entre otras cosas denunciaba la política de exigir que se haga “más con menos”. ¿Comparte esta visión?
La comparto porque es verdad. Siempre se espera de la cultura que haga más con menos y se minusvalora potencial como creadora de empleo, de economía y conocimiento. Y en el caso específico de Barcelona, el ayuntamiento de Ada Colau ha cambiado también tres veces de comisionado de cultura: Berta Sureda estuvo un año e hizo un superanálisis del sector y luego fuera. Entonces Colau “vendió” Cultura a los socialistas, a través de Jaume Collboni, pero después volvió a Barcelona en Comú con Joan Subirats. Así tampoco es fácil a tener interlocución. Y eso es lo que eché de menos en la crítica de Andújar: la propia concepción de la cultura de Barcelona en Comú, que no le da su lugar. No somos su prioridad.
Sin embargo, Barcelona tiene una tradición de ciudad cosmopolita, de una cierta sofisticación intelectual y cultural. ¿Cree que esto está en peligro, o incluso que se ha perdido irremediablemente?
Se ha priorizado claramente una visión cortoplacista de la cultura de la ciudad. Siempre sale lo mismo: el Gaudí de turno y todo lo que genera movimientos de masas. Y se ha perdido de vista lo no tan espectacular, pero seguramente más interesante. En un momento dado se intentó algo con el Premi Ciutat de Barcelona a espacios emergentes de artistas, pero luego la mitad han cerrado porque no han sido viables. Siempre queremos que el talento se quede, pero al talento le sale más a cuenta irse. En todo, pero en artes visuales más.
Pero esto está bastante generalizado en nuestro país. Sin ir más lejos, durante el confinamiento por un lado se alababa el papel balsámico del arte y la cultura, y por otro salía el ministro Rodríguez Uribes citando a Orson Welles para justificar la ausencia de ayudas económicas al sector. Y cuando se convocó un “apagón cultural” en redes sociales, como respuesta hubo críticas que en ocasiones venían incluso del propio sector.
Creo que a los cargos políticos responsables de grandes áreas de nuestras vidas deberían acceder profesionales de su sector. Es muy fácil en el fondo: ¿o no se pone al frente de una empresa a alguien que sepa? Pues aquí no, manda el técnico de turno. No hay más que comparar la gestión de José Guirao [anterior ministro de Cultura] con la de su sucesor. Cuando una persona conoce bien la cultura y ha dedicado su vida a ello sabe qué políticas aplicar. En cambio, si ponen un político que ni es del ramo ni sabe ni tiene interés, que le explican una exposición y le debe sonar a chino, pasa lo que pasa. Se prioriza lo no prioritario, y acabas con el sector en contra. No es izquierdas o derechas, es sentido común.
En abril las galerías de Art Barcelona publicaron un manifiesto para que los coleccionistas adquirieran obra en las galerías catalanas, y que lo hicieran ahora. ¿Cree que procede aplicar los criterios de “km 0” al arte, que se supone universal y no localista?
Obviamente el arte no tiene una vocación ultralocal, pero su comercio puede llegar a tenerla, sobre todo cuando no se nos permitía viajar y se cancelaron las ferias. Aquel era un llamamiento para que los coleccionistas acudieran a su galería local, de confianza, no necesariamente a las catalanas.
¿Y ellos respondieron al llamamiento?
Recibimos una buena respuesta, sobre todo del MACBA, que fue punta de lanza con sus adquisiciones y visitas para coleccionistas. También nos apoyaron otras instituciones y coleccionistas privados, preguntando qué podían hacer para ayudarnos. Todo esto no quita para que estemos también con la vista puesta en el mundo, intentando que los de otros sitios nos compren igual, y aumentando nuestra presencia en redes.
Como antes mencionaba, la mayoría de las ferias internacionales se han cancelado a causa de la pandemia. De hecho, ARCO 2020 ya se celebró in extremis.
Que fue in extremis es indudable. A día de hoy aún me sorprendo de que fuera relativamente bien, dadas las circunstancias posteriores. Nosotros ya tomamos medidas antes de que se dictaran: por ejemplo teníamos gel hidroalcohólico. Aunque no se veía mucha gente con mascarilla. Habría que preguntar a Maribel López [directora de la feria], pero que yo sepa los contagios se produjeron en la feria de Maastricht, que vino después. Aunque no tengo los datos, parece ser que en ARCO no hubo mucho contagio.
¿Debería volver a celebrarse ARCO en 2021?
Ojalá, estaríamos encantados. Acaba de celebrarse Art Paris, con poca gente, y en un sitio con gran altura de techos como es el Grand Palais. Parece que ha ido relativamente bien, con la gente animada y con ganas de comprar.
El caso de Nogueras Blanchard es peculiar, al ser una de las pocas galerías con sedes tanto en Madrid como en Barcelona. Eso le permite a usted comparar la situación en ambas localizaciones.
De hecho, Cataluña es de las comunidades autónomas que más apoyo ofrece a galerías: ayudas a la internacionalización, a la innovación de material tecnológico, a la conservación de espacios, etc. La Comunidad de Madrid no las ofrece. Creo que el gobierno de las Islas Baleares sí, y quizá también el de la Comunidad Valenciana. Aunque la Comunidad de Madrid tiene colección del CA2M y unos buenos profesionales que rigen sus espacios de arte, cosa que también hay que valorar. Yo siempre digo que nosotros sin las ayudas a la internacionalización no podríamos sobrevivir. Gracias a ellas hemos ido a muchas ferias donde los ingresos no se han cobrado de forma inmediata, porque cuando vendes no sabes cuándo vas a cobrar.
Canceladas esas ferias, y durante el confinamiento sin poder exponer en sus propios espacios, las galerías han tenido que reinventarse con exposiciones virtuales, que en realidad no son propiamente exposiciones. Imagino que muchos cambios forzados por la pandemia estarán aquí para quedarse. ¿Cómo ve el futuro de las galerías de arte?
Pues no soy vidente, así que no sé. Como dices, a las exposiciones virtuales yo no las llamaría así. Y eso que me parecen fascinantes porque permiten hacer lo que quieras en un espacio imaginario, es decir, montar la exposición de tus sueños. Pero una pantalla no puede sustituir a la experiencia de arte. Por eso siempre digo a la gente que visite galerías y museos. Un estudiante de Historia del Arte siempre recuerda la experiencia de la primera vez que vio La Gioconda en el Louvre, por mucho que antes la hubiera visto mil veces en fotos.
Pero el gran público sigue acudiendo en masa a ver La Gioconda, y sin embargo existe cierta dificultad para que conecte con el arte de nuestro tiempo. Se sigue escuchando esa pregunta de si “esto es arte”. ¿Qué hacemos al respecto?
Precisamente ARCO ha sido un gran difusor del arte contemporáneo, por ejemplo. Hay gente que va por primera vez y se sorprende porque no entiende lo que ve, pero al quinto año ya es casi un pequeño experto. En esto las galerías estamos en primera línea. Intentamos enseñar nuevos lenguajes, y encontramos grandes complicidades y también grandes caras de asombro. Pero también es verdad que muchas veces somos nosotros los primeros sorprendidos. Por eso no trabajaría en un banco. Ese reto me sorprende y me mantiene interesado en mi trabajo, ya que rico no me estoy haciendo.
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