No estamos en año electoral, el momento en el que los políticos hacen una excepción en su comunicación y lo dan todo en posados más o menos chocantes para las revistas. Y, sin embargo, vamos a batir récords en lo que a posados polémicos se refiere, con los de Isabel Ayuso (contrita), Pablo Casado (en el baño), Fernando Simón (motero) y, ahora, la ministra de Igualdad, Irene Montero, en su casa, al más puro estilo Isabler Preysler. Las redes no han tenido piedad con sus fotos para la revista Diez Minutos, aunque no pueden ser más sosas. Ha posado con un look incomprensible (no parece llevar ropa de su talla) en su polémico chalet (solo se ve el exterior) y las redes no han tenido compasión: la han apodado ‘la Preysler de Galapagar’.
La ironía se ha desatado en Twitter, hasta el punto de convertir en trending topic hashtags tan peregrinos como Ferrero Rocher, la marca de bombones que suele anunciar Isabel Preysler. Está claro que cualquier movimiento fuera de los cauces habituales de los políticos (y, sobre todo, de las políticas) va a ser objeto de crítica y risa en las redes, donde el comentario de estas fotos de los políticos fuera de tiesto es ya un clásico. Sin embargo, llama mucho más la atención que Irene Montero eligiera una publicación como ‘Diez Minutos’, una revista del corazón, y no una revista femenina de moda, como viene siendo habitual en las mujeres de la política.
No podemos pensar que la decisión no esté milimétricamente pensada, ya que cada paso en comunicación de un ministro se medita considerablemente. Por eso, esta elección de una revista popular, con un público femenino más interesado en la crónica social y las cuestiones prácticas que en las tendencias y la moda, es significativo: supone una manera más de desmarcarse de sus colegas ministras del PSOE, habituales en este tipo de revistas sofisticadas. No puede quedar más claro que se dirigen a audiencias, a votantes, distintas.
De alguna manera, parece sensato exponerse allí donde un político quiere encontrarse con sus votantes. A veces, tratar de figurar en escaparates que no se alinean perfectamente con la imagen que un político quiere dar puede ser peligroso, como vimos en el caso de Soraya Sáez de Santamaría. La entonces portavoz del Partido Popular posó sugerente y sexy para un dominical y desató una tormenta de críticas histórica: aún hoy no se explica qué política de comunicación dio el visto bueno a aquellas fotos Tampoco salió bien parado Pablo Iglesias de su encuentro con la moda: desmelenarse para la revista ‘Magazine Fashion & Arts’ no fue una buena idea. Aunque las fotos las hiciera un maestro como Manuel Outumuro.
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