LoveIsNotTourism

Siempre he defendido mi soltería con ahínco. Me ha costado muchos desencuentros, infinitas explicaciones (explicar una y otra vez por qué no te quieres casar es agotador), y probablemente mucho dinero.

Los impuestos, la adquisición de una vivienda, los gastos de la casa y hasta la cesta de la compra salen mucho más a cuenta si se comparte con otra persona. Los solteros palmamos muchísima pasta. Y no, las familias monoparentales no tenemos ayudas a no ser que estés al borde de la indigencia. Pero es algo que tengo totalmente asumido. Como también tengo asumido que la maternidad no se acaba nunca pero la dependencia económica de los hijos (crucemos los dedos) no es para siempre.

Por muchos años de relación que lleves, aunque estéis empadronados en un mismo domicilio y a todos los efectos seáis pareja, si ocurre cualquier emergencia o tienes que pedir permiso para acompañar a tu pareja a hacerse una prueba en el hospital, que sepas que no hay derecho ni ley que te ampare: legalmente no puedes hacer nada. Es lo que hay: cásate o hazte pareja de hecho, porque si no no les consta. Y sé de gente que se ha casado o se ha hecho pareja de hecho para que les concedan ese permiso en el trabajo, o hasta para pagar menos impuestos… súper romántico.

Con esta pandemia que tenemos encima se ha producido una situación angustiosa: la de parejas que residen en países diferentes y no están casados. No pueden verse porque hay restricción de movimientos y hasta cierre de fronteras, y como no existe un vínculo legal que los identifique como familia, no pueden viajar para ver al otro.

Por eso han creado un movimiento en redes con el hashtag #LoveIsNotTourism, que pide a los países que regulen este tipo de situaciones, porque no poder ver a tu pareja (o hasta a tu hijo recién nacido) genera mucha angustia y probablemente termine derivando en problemas de salud mental. De esta no sé si vamos a salir mejores, pero más trastornados seguro.

Entiendo PERFECTAMENTE a estas parejas. Durante el confinamiento no pude ver a Amante y había días en que todo era gris oscuro. Tiraba p’alante porque tenía un hijo que atender y un trabajo que sacar, pero me faltaba él. Fuimos cuidadosos hasta el extremo de no vernos hasta que nos dieron permiso para salir, pero fue duro. Podríamos habernos saltado las normas, porque nos separan apenas unos kilómetros dentro de la misma ciudad, pero no lo hicimos. Fuimos responsables. Otros no, y por eso estamos otra vez como estamos.

Se me encoge el corazón al pensar en esta pobre gente a la que no les dejan ver ni tocar ni abrazar a sus seres queridos. Y todo por un papel. Con la de gente que teniendo ese papel lo que está deseando es justo lo contrario, perder de vista al otro. Qué injusto y qué desequilibrado es este mundo.

Pero vamos, que yo voy a seguir sin casarme. Es que me da alergia, ¿sabes?

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