Ni el príncipe Harry ni Meghan Markle tienen ahora mismo perfil en redes sociales. Desde que abandonaron la Familia real, los Sussex se despidieron en Instagram de sus casi 11 millones de seguidores y nunca más volvieron lo volvieron actualizar su cuenta. Otra cosa es que, en privado, usen cuentas con seudónimo para hablar con sus amigos. Pero de manera oficial, han desaparecido.
Pero que ya no estén presentes en redes no significa que no sepan cómo usarlas. Tampoco los posibles peligros que acarrean. Al menos así lo demuestra un larguísimo ensayo que acaba de publicar Harry en Fast Company en el que advierte a la sociedad de la necesidad de cambiar la manera en la que nos comportamos en este medio para crear un espacio donde impere el amor en lugar del odio.
“Creemos que tenemos que remodelar la arquitectura de nuestra comunidad online de una manera que se defina más por la compasión que por el odio. Que apueste por la verdad en lugar de la desinformación; por la equidad y la inclusión en lugar de la injusticia y el miedo; por el discurso libre, en lugar del envenenado”, reflexiona Harry tras explicar que esta es una conclusión a la que han llegado él y Meghan tras hablar con diferentes expertos y líderes en este campo.
“Tenemos que reconocer que nuestro mundo digital tiene un impacto en el mundo físico: en nuestra salud colectiva, en nuestras democracias, en la forma en que pensamos e interactuamos entre nosotros, en cómo procesamos y confiamos en la información. Porque, si somos susceptibles a las fuerzas coercitivas en los espacios digitales, entonces tenemos que preguntarnos: ¿qué significa esto para nuestros hijos? Como padre, esto me preocupa especialmente”, reconoce, haciendo mención al futuro que le espera a su hijo Archie.
“Nos encontramos en un punto de inflexión. Uno que tiene el potencial de ser transformador. En todas las áreas de la vida, la reconstrucción de comunidades compasivas y dignas de confianza debe estar en el centro de nuestro camino. Y este enfoque debe extenderse a la comunidad digital, en la que miles de millones de personas participamos todos los días”, escribe.
“Pero no debería ser punitivo. Cuando hacemos lo correcto, cuando creamos espacios seguros tanto en línea como fuera de ella, todos ganan. Incluso las propias plataformas”, afirma pidiendo la colaboración de las empresas propietarias de estas redes sociales, que muchas veces se niegan a censurar determinado contenido así como las fake news. Especialmente cuando se trata de contenido publicitario.
“Una cosa es rechazar de manera inequívoca el odio, el racismo, la desinformación peligrosa y las ideas que promueven la violencia y el fanatismo; y otra cosa que exijan cambios desde los mismos lugares que brindan un refugio seguro y que son un vehículo de propagación del odio y la división”, se queja el príncipe.
"Internet nos ha permitido unirnos. Ahora estamos conectados a un vasto sistema nervioso que sí, refleja nuestro bien, pero con demasiada frecuencia también aumenta y alimenta nuestro mal. Por eso podemos y debemos, alentar a estas plataformas a rediseñarse de una manera más responsable y compasiva. El mundo necesita ese cambio y todos nos beneficiaremos de ello”, concluye.
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