Frances Farmer, la actriz con problemas mentales cuya vida real acabó fagocitada por su leyenda

En 1936, el director y productor de algunos de los mayores éxitos del Hollywood dorado, Cecil B. DeMille, dijo que era la estrella más prometedora del año y Howard Hawks que era una de las mejores actrices con las que había trabajado –y teniendo en cuenta que trabajó con Lauren Bacall, Carole Lombard y Katharine Hepburn eso es decir mucho–. Sin embargo no es extraño que su nombre no le diga nada, pocos aficionados al cine pueden citar más de dos o tres películas suyas y sin embargo es un mito. Hay más de media docena de canciones dedicadas a ella, Courtney Love se casó con un vestido suyo, Jessica Lange recibió una nominación al Oscar por interpretarla y su nombre es un lugar común cuando se habla del control de Hollywood sobre las estrellas, los manicomios, los juguetes rotos o el escrutinio de los medios. Y si se escribe un libro sobre las figuras más desdichadas de la industria del cine, su nombre nunca falta en él, Frances Farmer es la estrella más famosa que realmente nadie conoce.

En general Farmer tuvo demasiada atención sobre sí misma demasiado pronto y casi todas sus biografías están plagadas de pequeños detalles sobre los que se proyecta una luz excesiva para intentar construir una gran historia sobre lo que no es más que la vida de una enferma mental en un tiempo –y cuál no lo es– en el quenadie sabía exactamente cómo tratar las enfermedades mentales.

El primero de esos detalles son los 100 dólares que ganó cuando tenía 17 años por un ensayo titulado Dios muere. Los medios locales transformaron un mero trabajo escolar que no era más que una reflexión sobre el Dios ha muerto de Friedrich Nietzscheen un escándalo con titulares como “Chica de Seattle niega a Dios y gana un premio". La noticia se acabó publicando a nivel nacional y miembros de la iglesia de su ciudad declararon desde sus púlpitos: "Si los jóvenes de esta ciudad se van al infierno, Frances Farmer seguramente los ha conducido allí".

Años después declaró a la revista Collier’s: "Fue bastante triste porque por primera vez descubrí lo estúpida que podía ser la gente. Me hizo sentir sola en el mundo. Cuanta más gente me señalaba con desprecio, más terca me ponía y cuándo comenzaron a llamarme la Chica Mala de West Seattle High. Traté de estar a la altura”.

Y lo consiguió, su siguiente hazaña intelectual también despertó las iras de sus conciudadanos. A los 21 años ganó otro premio, un billete a Moscú, y como aficionada al teatro ruso que era y especialmente al Método Stanislavski y 30 años antes de que los actores del Método lo popularizasen, ella viajó a Rusia para conocerlo de primera mano. Su madre se puso hecha una furia, pero ya era mayor de edad y nadie podía prohibirle embarcarse. Farmer era hija de una familia de clase media, la única chica de cuatro hermanos y mantenía una relación digamos complicada con su madre e intermitente con el padre que se había ido de casa cuando sólo tenía cuatro años.

Su madre fue la primera que se alzó en su contra acusando a sus profesores de proporcionarle una educación radical: "La daga soviética ha golpeado profundamente en el corazón de Estados Unidos", declaró al Seattle Post-Intelligencer. Realmente y como ella misma dejó escrito, no tenía ningún interés en el comunismo, sólo quería conocer el teatro ruso que la fascinaba y a la vuelta quedarse en Nueva York.

Conuna belleza tan obvia, tardó poco en encontrar un agente y un contrato con Paramount. A principios de los años 30 todos los estudios querían tener en sus filas a la nueva Garbo o la nueva Dietrich y Farmer, a pesar de ser del americanísimo Seattle, tenía un aire europeo, elegante y distante. Pero había algo que las diferenciaba: Garbo y Dietrich, al igual que decenas de grandes estrellas, habían aceptado las reglas de Hollywood, habían cruzado un océano para ver sus nombres en las marquesinas de los cines y se habían sometido a todo lo que la industria les había pedido –habían cambiado sus nombres, su color de pelo, el nacimiento de sus raíces, sus narices, sus ropas e incluso habían aceptado a ser las novias de quien los publicistas de los estudios deseasen–, pero Farmer no era tan flexible. Ella no suspiraba por su nombre en los cines sino en los teatros. De alguna manera a Paramount le vino bien y la vendió como “la estrella que no quiere estar en Hollywood”. Era una outsider antes de que esa palabra abrigase a estrellas tan dispares como Winona Ryder o Joaquin Phoenix. Farmer disfrutaba estando sola, leía, conducía un utilitario y llevaba ropa cómoda y vieja, se vestía más como una granjera que como una estrella de Hollywood.

A pesar de ello, aceptó plegarse a algunos imperativos de la productora, afinó sus cejas e incluso posó para fotos publicitarias en traje de baño, pero rechazó cambiarse su nombre y vestirse como una estrella y se casó, tres veces, pero siempre con quien quiso. Pero sutalento innato la hizo destacar. Howard Hawks le dio un doble papel en Rivales ydescubrió la inmensa actriz que había tras aquella rubia rebelde. Farmer se lució y la crítica se rindió ante ella. El propio Hawks contó sorprendido cómo una vez le había ofrecido Menthol, la manera habitual de que los actores y actrices llorasen y ella replicó que una actriz tiene que llorar en cualquier momento e hizo la escena sin aditamentos: estaba utilizando el Método mucho antes de que actores como James Dean o Marlon Brando se volviesen locos y volviesen locos a los directores con él.

Para asegurarse la presencia de las masas arropando a su nuevo proyecto de estrella, Paramount organizó el estreno en su Seattle natal, donde, como era de esperar, los mismos que la habían considerado un peligro para la juventud la recibieron con rosas y aplausos. Nadie recordaba la muerte de Dios y mucho menos su viaje a Rusia, sólo estaban exultantes por su nueva celebridad local. Sin embargo ella se mostró silenciosa y desafiante. La productora quería vender la imagen de una estrella rebelde, pero no tenía ni idea de cómo manejar a una estrella que realmente lo era. Aunque ella infravaloró el hecho de que todavía no era una estrella, era guapa y talentosa, pero tras ella había media docena de rubias igual de guapas y de talentosas dispuestas a plegarse a los deseos de los prebostes de la industria.

La Paramount, con quien había firmado un contrato de larga duración, estaba loca por deshacerse de ella. Cuando tras ser elegida para interpretar a Juanita Calamidad en Aventureros en Nevadase quejó porque debía aparecer demasiado arreglada y no desaliñada como correspondía a una pistolera, la productora acabó cediendo a su gran promesa a una pequeña productora.

En su vida privada las cosas tampoco fluían. Se enamoró de un hombre casado que no quiso dejar a su mujer por ella y su corazón se rompió. Intentó recomponerlo con alcohol, el peor pegamento posible para ventrículos y aurículas, pero un adherente perfecto para el resto de problemas. Poco después su agente la demandó y su imagen angelical empezó a verse asociada demasiado a menudo a problemas. La puntilla llegó cuando fue detenida en una carretera de Santa Mónica por circular por la noche con los faros encendidos –en aquel momento el temor a los bombardeos tras el ataque a Pearl Harbor lo prohibía terminantemente–. No era la única infracción: iba borracha, sin carné de conducir y agredió al policía. Fue multada y sentenciada a 180 días en la cárcel, pero quedó en libertad condicional. Cuando volvió a su casa para recuperarse descubrió que su madre había alquilado la vivienda y se había ido sin decirle nada.

Su siguiente oportunidad le llegó en una película de presupuesto ínfimo que tampoco terminó bien: el primer día abofeteó a una peluquera que se rompió la mandíbula al caer al suelo, volvió a ser detenida y esta vez acabó en la cárcel por asalto y violación de la libertad condicional.

Por entonces al alcohol se habían sumado también las anfetaminas que en aquel momento eran de uso común en Hollywood para adelgazar. Nadie sabía entonces cuán adictivas eran y qué efectos secundarios producían, entre ellos trastornos mentales que podían ser similares a la esquizofrenia. Cuando el juez le preguntó si había bebido, fue sincera: "Puse licor en mi leche, en mi café y en mi jugo de naranja". Acabó provocando una pelea y expulsada de la sala del tribunal mientras gritaba al juez: "¿Alguna vez te rompieron el corazón?" Su imagen saliendo arrastrada por la policía de la sala es más famosa que cualquiera de sus películas: se difundió en todos los periódicos del país, a nadie le interesaba proteger su imagen, no había un ejercito de publicistas cuidando a una gran estrella, se había comportado como tal antes de serlo.

Tras esa noche fue ingresada en la sala de psiquiatría del Hospital General de Los Ángeles por deseo de su familia. El psiquiatra dijo a los periodistas que sufría de "psicosis maníaco depresiva" y de nuevo acabó en los titulares. Los siguientes años de su vida fueron un constante entrar y salir de instituciones mentales en las que recibió tratamientos de electroshock. Tras el primer internamiento volvió a casa de su madre, pero sus relaciones siempre habían sido tensas. "Desde el momento de mi liberación", dejó escrito Farmer, "mamá y yo habíamos peleado, discutido, amenazado y gritado hasta que finalmente llegó al clímax de dos mujeres agotadas sentadas una frente a la otra en una pequeña y abarrotada cocina. Éramos enemigos que se habían cansado de fingir”. Seis meses después su madre volvió a internarla y dos psiquiatras la declararon legalmente loca y tardó cinco años en recuperar su propia custodia.

En 1958 apareció en el programa This is your life y contó su experiencia: "Mi vida era muy parecida a cualquier otra persona que ingresa en una institución pública. No tienen medios para la atención psiquiátrica individual, solo hay determinadas camas disponibles. Me ponía en la fila con quince o veinte chicas como yo que estaban allí por una razón u otra y recibíamos inyecciones o baños de hidroterapia o un tratamiento de descarga eléctrica. Se suponía que esto relajaría las tensiones y nos mantendría en silencio, y así fue. No culpo en absoluto al hospital, creo que hicieron todo en su poder para cuidar de la enorme cantidad de personas que tenían, pero realmente no creo que me haya ayudado mucho".

Cada salida de las instituciones implicaba una nueva recaída, unas veces por escándalo público, otras por conducir ebria y otras por arrebatos de violencia. Cuando recuperó la custodia de sí misma, luchó por volver a actuar, pero ninguna de las puertas se volvió a abrir para ella. Gracias a su aparición en This is your life consiguió un pequeño papel presentando películas antiguas en un canal de televisión local, Frances Farmer present, pero tras una temporada de tranquilidad y relativo éxito la despidieron por llegar borracha. En los últimos años pintaba y escribía su biografía mientras actuaba en obras de teatro de la universidad, la época que describió como la más feliz de su vida. No duró mucho: el 1 de agosto de 1970 falleció de cáncer de esófago causado por el consumo de alcohol, con tan sólo 57 años y 15 películas que nadie recordaba, pero su leyenda sólo acababa de comenzar.

Apenas un par de años después de su muerte, se publicó una presunta autobiografía titulada como un poema de Emily Dickinson Will There Really Be a Morning?aunque su contenido era todo menos poético. En ella se afirmaba que durante el tiempo que estuvo internada había sido violada, mordida por las ratas y envenenada con comida en mal estado, pero no tardó en descubrirse que su autoría era falsa, realmente había sido escrito por una amiga que además de dedicárselo a sí misma había añadido las partes más escandalosas para hacerlo más vendible. Más repercusión tuvo el trabajo deKenneth Anger, el biógrafo oficial de las mentiras escandalosas de Hollywood le dedicó un capítulo titulado Santa Frances, hija de la furia en su Hollywood Babylonia, casi una biblia de las mentiras del Hollywood dorado. El mito de la comunista rebelde lobotomizada se codeaba en el panfleto con la inexistente botella de Coca Cola (o champagne según la fuente) con la que Fatty Arbuckle violó a Virgina Rapé o el equipo de fútbol de la Universidad del Sur de Californiaque jamás pasó por la cama de Clara Bow.

Todavía fue más allá William Arnold en Shadowlandque recogió todas las mentiras deliberadas, exageraciones e incertidumbres anteriores que acabaron transformandola triste historia de una mujer con el corazón roto, la psique frágil y las anfetaminas demasiado accesibles en un drama hiperbólico protagonizado por Jessica Lange y al quetodo el mundo dio credibilidad. Hasta que durante el juicio por los derechos de autor, ya que la productora de Mel Brooks que financió la película prefirió pagarle a un farsante que fingía ser un antiguo amante de Farmer a comprar los derechos del libro, Arnold reconoció que no era más que una novela, jamás había investigado a fondo y ni siquieradetalles tan elementales como su fecha de nacimiento eran ciertos.

La lobotomía era tristemente un tratamiento muy habitual, pero según su familia, las enfermeras y los registros de los diversos hospitales porlos que pasó ella jamás lo recibió. Sin embargo ese fue el detalle que más encandiló a otro rebelde de Seattle, Kurt Cobain que le dedicó Frances Farmer Will Have Her Revenge on Seattle, también le dedicaron canciones Culture Club y Everything but the girl entre otros, aunque por entonces ya habría sido fácil investigar la realidad tras una fantasía que resultó muy lucrativa para los que la difundieron: el mito de la rebelde comunista a la que Hollywood y su madre lobotomizaron y vejaron en un psiquiátrico era demasiado hermoso para dejarlo morir y se non è vero, èben trovato.

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