Es alucinante lo que puede llegar a cambiar el aspecto de unas sandalias según el estado de los pies. Unos pies suaves, con la piel lisa, sin callitos ni durezas, con los talones nutridos y las uñas impecables suben instantáneamente el nivel de unas sandalias. Puede elevar el estatus de unas flip flop hasta el infinito y más allá. Y si vas descalza, el aura se extiende a lo que lleves puesto.
Hemos probado la pedicura Spa de Deborah Lippmann en el Salón Oliveras de Madrid y damos fe de que al salir nuestras sandalias parecían más molonas. El ritual comienza con la retirada del esmalte antiguo: gran liberación, sensación instantánea de limpieza. Sigue con el limado de las pieles muertas, que se hace con una lima ecológica hecha con papel reciclado. Se cortan las uñas con la forma deseada: cuadradas o redonditas, teniendo siempre cuidado de que los bordes no queden afilados para evitar que al crecer se claven en la piel.
En seco, se ablandan las cutículas con un producto que permite empujarlas con un palito de naranjo sin tener que cortarlas. Quedan suaves, hidratadas y reducidas a la mínima expresión. Después se sumerge el pie en agua tibia con Steppin’ Out Soaking Elixir, una loción purificante y suavizante a base de romero, tomillo, aloe y pantenol. El tratamiento continúa por la planta y los talones, que suelen ser las zonas más castigadas. Nada como un limado enérgico con pala para eliminar las pieles muertas seguido de un peeling con Soul Mission, de Deborah Lippmann, un exfoliante de sal marina, azúcar y aceites de girasol y zanahoria que deja la piel súper acariciable.
© Cortesía de Deborah Lippmann
Exfoliante para pies Soul Mission, de Deborah Lippmann COMPRAR
Antes de esmaltar, se hidratan los pies y se eliminan los restos de crema de las uñas para que el esmalte dure más. Se aplica el color (en mi caso el rojo Footloose, un clásico básico). Pies impecables y sandalias como nuevas.
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