Anoche Karlos Arguiñano se sentaba en el plató de ‘El Hormiguero’ y confesaba que lo que peor había llevado del confinamiento era estar lejos de su familia. El cocinero, con el desparpajo que siempre ha demostrado en sus programas, le explicaba a Pablo Motos que son muchos y que suelen reunirse para hacer grandes comidas. Y que no poder hacerlo, le ha supuesto un enorme lastre emocional.
Aunque, lo que más sorprendía era que realizase la confesión del episodio más duro de su vida. Porque estamos acostumbrados a ver al vasco con el delantal, entre sartenes y contando chistes y chascarrillos. Una imagen divertida y simpática frente a las cámaras tras la que se esconde un drama al que tuvo que hacer frente junto a su mujer.
Arguiñano tuvo que sobreponerse a la muerte de dos de sus hijos. «Nacieron muertos«, le contaba a Motos. «Yo animaba a mi mujer diciéndole que no se preocupase porque tenía a un pedazo de marido y se intentaría todas las veces que hiciesen falta«, explicaba cómo trataba de levantar el ánimo de su esposa con esa fortaleza que siempre ha sido sello de identidad de Karlos.
Lo superaron. Lo intentaron… y lo consiguieron. ¡Y de qué manera! «Luego vinieron otros seis y una que tengo adoptada, pues ya son siete«, añadía antes de tratar de dar un giro más amable y bromear sobre lo que le cuesta ahora aprenderse el nombre de todos los nietos e hijos a los que tanto ha echado de menos durante la cuarentena por el coronavirus.
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