Con la mascarilla, porque es obligatoria, pero sin ocultar sus ojos. Ana Obregón reaparecía ayer, mes y medio después de la muerte de su hijo, Álex Lequio, para rendirle homenaje en un funeral en el que, esta vez sí, familiares y amigos pudieron desahogar su dolor juntos. La actriz volvió a hacerlo. Volvió a saludar a la prensa, con la que siempre ha tenido una relación especial, en señal de agradecimiento. Ana se tocaba el corazón y luego alzaba la mano como señal de que ha sentido el respeto de la profesión en el momento más complicado de su vida (su emotivo discurso en el interior, aquí).
Lo hacía con la mano que le quedaba libre. La otra, la tenía ocupada. Obregón no se soltaba de Carolina (la foto de su abrazo con Alessandro Lequio en el funeral), la que fue la novia de Álex durante el último año y poco de su vida (y que se despidió de él con esta carta). Comenzaron la pasada primavera, y se convirtió en otro de esos motivos que encontró el joven para luchar con fortaleza, para agarrarse a la vida con uñas y dientes hasta que le fue inevitable marchar.
La misma fuerza que tuvo que buscar en lo más profundo de su ser Ana. Pero quería hacerlo. Allí se reencontró con su amigo Ra, uno de los pilares fundamentales de los últimos años. También con Alessandro, el padre de su hijo y quien no ha dejado sola a Ana ni un solo día, porque solo entre ellos pueden entender el desgarro que sufren por dentro.
Todos los que no pudieron decir adiós a Álex por la situación sanitaria en medio de la que se fue, pudieron resarcirse mínimamente de ello en este acto fúnebre celebrado en la parroquía de Nuestra Señora de La Moraleja, en Madrid. Un acto que celebraron con la intimidad que se merecen, pero en el que Ana demostró por qué se ha ganado el respeto de los medios y el cariño del público durante todas estas décadas.
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