10N, la campaña negativa: por qué a los candidatos les interesa que te enfades

Bígamo y caníbal. Fueron dos de las acusaciones que le hicieron a Andrew Jackson durante la campaña electoral que lo enfrentó a John Quincy Adams en 1828. Otra fue propagar que su madre era prostituta. Ninguna era verdad, pero todas se imprimieron en lo que se conoció como “folletos de ataúd”, papeles que se repartían al amanecer –como si fueran diarios– entre la población con el objetivo de desprestigiar al candidato. Fue el nacimiento de lo que en Ciencias Políticas se llama campaña sucia. “La que rompe las reglas del juego de la política y la ética", explica a Vanity Fair Daniel Eskibel, experto en psicología del votante y autor del blog Maquiavelo y Freud.

En España, la campaña del 10N no ha traspasado esa línea, pero se sitúa claramente en lo que los especialistas denominan campaña negativa: la que centra sus esfuerzos en resaltar los errores y defectos del contrario más que en hacer propuestas al elector. Como muestra, un tuit:

Ese es de Pablo Iglesias. Aquí, uno del líder de Vox:

¿Qué tienen en común? La negatividad, emoción dominante en esta precampaña. No la extienden solo en Unidas Podemos o en Vox, pues todas las formaciones –independientemente de la intención de voto que les dan las encuestas– emplean un tono muy parecido y por eso “no” está siendo una de las palabras que más repiten los candidatos. Como ejemplo, un mensaje del líder del PP en la misma red social:

Una campaña negativa

Si una campaña consiste en explicar las propuestas que cada formación tiene para el país, ¿por qué tanto reproche? El clima psico-social es parte de la respuesta. “Cuando la sociedad está enojada, también los políticos lo están”, explica Eskibel, que señala la ira y la felicidad como los dos sentimientos con capacidad para cambiar el voto de una persona. Al parecer, los líderes españoles están optando por la primera. No solo con lo que dicen, también con lo que callan.

La comunicación no verbal es silenciosa, pero no invisible para el votante: manotazos, dedos en alto y ceños fruncidos redundan en la negatividad que transmiten en los últimos tiempos los líderes españoles. “Las emociones se transparentan en la gestualidad, en la mirada y en las expresiones faciales. Como ocurre on todos los seres humanos, el cuerpo dice lo que las palabras callan”, comenta Eskibel apuntando especialmente al presidente en funciones. Efectivamente, a Pedro Sánchez le cuesta contener –salvo en algunos momentos donde saluda, abraza y posa– los tics de desaprobación o impaciencia.

Eskibel asegura que a veces esa agresividad que están transmitiendo nuestros políticos son reflejo de la personalidad, no fruto de una estrategia. “Muchas personas públicas tienen problemas para manejar el estrés y las frustraciones”, dice el analista. Algo parecido le pasa al líder socialista, a quien Eskibel ve “muy estratégico” y capaz de seguir las directrices que le dan para conseguir sus objetivos, pero también un hombre al que traicionan sus emociones. Quizás también le afecte que todos los demás rivales lo hayan convertido en su objetivo.

EEUU, una bola de cristal para Europa

Como indicaron en los años 90 Stergios Skaperdas y Bernard Grofman, economista y politólogo, en un artículo en el que desgranaban qué es y cómo se organiza una "campaña negativa", lo normal es que el candidato que va en segunda posición ataque al que va en cabeza. Eso sería así en campañas con dos rivales, y explicaría que Casado se cebe con Sánchez, pero en España, al 10N se presentan cuatro candidatos principales aparte del presidente. Y todos arremeten contra él: “Si Sánchez quiere dejar de bloquear España, lo tiene fácil. Le exijo que rompa sus pactos con los nacionalistas y firme con Cs y PP el Compromiso por España que he propuesto para que, gane quien gane, Gobierno y oposición hagamos las reformas que necesitan las familias españolas”. El autor del tuit es Albert Rivera, artífice del persistente “no" a Sánchez con el que le negó apoyo o abstención en una investidura que habría evitado nuevas elecciones.

Si siguiera la estrategia de los expertos, el presidente en funciones debería dedicarse a atacar al segundo partido en intención de voto –según las encuestas, el de Pablo Casado– y olvidarse de los demás. Pero tampoco él ha evitado la campaña negativa contra el resto: "No habría podido dormir tranquilo si hubiera pactado con Unidas Podemos”, dijo cuando ya era evidente que no habría pacto con los morados y abrió una brecha con Iglesias que, si hacemos caso al tono y a los gestos, parece ahora insalvable.

¿Por qué atacar al partido que va tercero en las encuestas y que según los sondeos no alcanzaría ni la mitad de sufragios que obtiene el PSOE? Para diferenciarse, pues en esta campaña, el socialista no habla tanto de partidos de izquierdas como de fuerzas progresistas, incluyendo en ese grupo a la formación morada. De ahí que intente desmarcarse, robándole los votos al contrario apelando a un voto útil.

Además, en los cuartos comicios generales en cuatro años, la ecuación electoral se ha complicado con la aparición de un quinto contrincante con opciones de representación: Íñigo Errejón. "Es el que está haciendo una campaña más clásica, más positiva", dice Pere Oriol Costa, catedrático emérito de Comunicación Política de la Universitat Autònoma de Barcelona. Efectivamente, el que fuera uno de los fundadores de Podemos, es el que más propone y menos ataca. Y cuando arremete, lo hace de manera impersonal, no a ningún líder concreto: “Nosotros no jugaremos con tu voto. Nosotros usaremos tu voto para formar un gobierno progresista y avanzaremos tanto como podamos”.

Está claro a quien lanza el dardo, pero no lo nombra. Y se limita a mandar un mensaje constructivo. Pero también usa el "no". Y también se deja lleva por el clima psico-social del que habla Eskibel, pues nada más publicarse la sentencia del procés –que ha agriado aún más la expresión de sus señorías– Errejón ha aprovechado la presentación de sus 17 cabezas de lista en Madrid para morder el mismo hueso que los demás: "Sánchez debe tener cuidado, porque ayer le vimos muy cerca de contraer el virus de Rajoy, el de la inacción".

Para Eskibel, son pocos los que se libran de las tentaciones de una campaña negativa. Y en esto también tiene que ver la personalidad del político: ”Entre tantos egos, a veces se les olvida que el objetivo de toda comunicación política es persuadir a determinados votantes para que cambien su voto”.

Aznar importó la polarización

Pere Oriol Costa también considera que la campaña negativa está ya muy extendida: “La última positiva fue la de Bill Clinton. Hasta entonces, de hecho, ese era el empeño: hacer campañas cargadas de propuestas, que dieran opciones y transmitieran positividad a los votantes”. Pero dos hombres cambiaron el rumbo: Carl Rowe y Roger Ailes, asesores vinculados al Partido Republicano que se dieron cuenta de que polarizar el discurso beneficiaba a la derecha”. Esa idea ha alcanzado su máxima expresión en líderes como Donald Trump o Boris Johnson.

¿Y qué pasa con España? ¿Sirve lo que ocurre fuera para medir lo que ocurre aquí? "Sí, EEUU siempre ha sido una buena manera de predecir lo que ocurriá en Europa", explica el profesor, que pone fecha, nombre y apellidos al momento en que aquí se instauró el estilo electoral de la polarización. “Fue José María Aznar en los años 90”, dice Costa, que sitúa en las segundas elecciones a las que se presentó el popular y a la creación de FAES el origen de ese nuevo estilo en política. "Se inspiró en los think tanks americanos como Cato o American Enterprise Institute y trasladó a España esa manera de actuar que, con un estado del bienestar en descomposición y en un clima de cabreo, beneficia a la derecha”.

De ahí que, en 1996, la palabra de moda en la prensa diaria fuera “crispación”. La usaban los populares para describir la etapa socialista y los socialistas para definir la manera de discutir públicamente importada por Aznar, pues como pasa siempre en épocas de descontento como aquella y como esta, las mismas palabras se usan para describir una cosa y la contraria. “Ocurrió algo parecido con las manifestaciones. Rowe y Ailes organizaron algunas, cuando siempre habían sido armas y maneras de expresarse de la izquierda”, añade Costa.

En el panorama actual, sin embargo, el catedrático detecta que un actor ha cambiado de registro: "Casado. En las últimas semanas se ha sosegado. Ha pasado de emular a Aznar a hacer una campaña más del estilo Mariano Rajoy, que ha sido siempre un conservador clásico”. Ahora bien, quizás el actual líder de los populares haya atemperado su expresión –algo que se traduceen los apoyos, pues acaba de sumar a su equipo a una rajoyista como Ana Pastor– pero el espíritu de Aznar sigue vivo de otra forma: "Cayetana Álvarez de Toledo sigue esa línea, totalmente distinta de la imagen que quiere dar ahora su jefe. Le ha hecho ya varios rotos a esa imagen, así que está por ver qué hacen con ella".

Electores a medida

Aquellos "folletos de ataúd" de finales del XIX se llamaban así porque llevaban impresos varios féretros sobre los que se ponían los nombres de las víctimas de Andrew Jackson: caídos en la guerra, gente a la que había agredido, otra a la que había perjudicado… En España, dicen los expertos, no ha habido ese tipo de campaña, aunque Eskibel teme que, estando en expansión en otros lugares del planeta, no sería raro que aquí llegara el contagio. Costa, por su parte, no habla de campañas sino de movimientos sucios y los sitúa más en guerras internas de partidos que entre formaciones distintas. “Lo que le hizo el PP a Cristina Cifuentes es un ejemplo. Y la manera en que el PSOE descabalgó a Sánchez es otro”, dice en referencia al Comité Federal de 2016 por el que el aparato logró que el hoy presidente en funciones dimitiera de sus cargos.

Lo que sí ha habido son momentos delicados, especialmente tensos, que el experto denomina “golpes bajos”. “El presidente del gobierno tiene que ser una persona decente, y usted no lo es”, le dijo Sánchez a Rajoy en el debate televisado y en directo previo a las elecciones generales de diciembre de 2015. Luego añadió: “La diferencia entre usted y yo es muy grande: yo soy un político limpio”. Con esa acusación, se rompió algo importante: “Las reglas de cortesía básicas, el respeto”, dice Costa y podría situarse ahí el arranque de una nueva crispación, la que vivimos hoy, la que ha subido el tono y y bajado el nivel de los discursos políticos.

“Al día siguiente, ese fue el titular en toda la prensa”, recuerda el comunicólogo poniendo el foco en los medios, actores indispensables en periodo electoral. Así era ya cuando se editaron los "folletos de ataúd", que mandó imprimir un partidario de Adam, John Binns, editor del diario Democratic Press. Han pasado casi dos siglos, pero el paralelismo con lo que ocurre hoy es innegable: “Trump hizo su campaña casi exclusivamente creando malas noticias. En su caso, ni siquiera eran noticias, solo tuits que la prensa repicaba sin pensar", recuerda Costa.

Cuando The New York Times hizo el cálculo del espacio que ocupó el magnate metido a representante republicano con ese tipo de no-noticias –1.500 millones de dólares si hubiera sido propaganda electoral, que es lo que era– fue una manera de calibrar una estrategia que, al menos a él, le salió bien. "Los medios le hicieron el juego a Trump porque era un juego baratísimo: solo había que convertir en noticia sus tuits, un paso más allá de lo que llamamos periodismo de declaraciones, el que solo reproduce, sin más trabajo, lo que han dicho los políticos".

Eskibe también destaca el papel de los medios, no solo los convencionales, que ayudan a propagar mensajes interesados e incluso difamatorios que cuentan con el altavoz de los "propios electores y con ciertas formas de consumo masivo de información que privilegia la velocidad, la superficialidad y la confianza ciega en las redes sociales”. Habla de Facebook, Twitter y WhatsApp, pero también de "algunos medios inexpertos" y de políticos que reaccionan "tan erróneamente que terminan multiplicando la circulación social de lo falso".

El análisis en este aspecto es claro: los medios de comunicación –da igual si son periódicos o solo lo parezcan– se alimentan y fomentan las campañas negativas. También las sucias. Y parece que el elector se ha acostumbrado: Adam perdió las elecciones tras atacar vilmente a su rival; Sánchez se estrelló frente al Rajoy al que llamó indecente, pero Trump, no. Trump ganó.

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