En el año 2000 Ana Carrasco y Jaime Lara se lanzaban a la aventura de lanzar su propia marca. Malababa era la afición de Ana, una afición que llevaba desarrollando desde 1997 en forma de complementos y que todos sus amigos coincidían en que debía de convertirse en su profesión. Su marido, Jaime, fue el encargado de darle esa visión empresarial necesaria para que el negocio funcionara. Y vaya si lo hizo. Veinte años después, Malaba es un referente en el universo de los accesorios y su diseño atemporal confeccionado con materiales de primera calidad y sostenibles, su sello inconfundible.
Juntos superaron la terrible crisis financiera de 2008 y ahora, esperan salir reforzados de nuevo. Ana Carrasco tiene claro que el modelo de negocio ha vuelto a cambiar, “nos vamos a centrar en nuestra flagship y en seguir haciéndonos fuertes en digital para abrirnos al mundo”, nos cuenta.
Esa parte digital reconoce que ha sido una de las tablas de salvación durante los peores meses de esta crisis sanitaria, “durante este tiempo la única forma de seguir en contacto con nuestros clientes era por los diferentes canales digitales que tiene la marca, queríamos seguir en contacto con ellos, así que todo el equipo ha estado trabajando en mejorarlo estos meses y creemos que estamos por el buen camino”. Su canal online ya suponía el 30% de facturación de Malababa pero, Ana Carrasco observó cómo sus ventas digitales se incrementaban muchísimo comparando estos meses con años anteriores. Un fenómeno que no solo se debe a que las tiendas físicas estaban cerradas sino al increíble apoyo que ha recibido por parte de toda su gente, tal y como ella nos cuenta: “El apoyo por parte de los medios ha sido increíble, de amigos, amigos- influencers, colaboradores,… parece que todo el mundo ha entendido lo que estaba sucediendo. Con respecto a las clientas también solo podemos hablar bien, nos han escrito muchos mensajes de ánimo muy cariñoso”.
Una ola de apoyo que Malababa ha percibido no solo respecto a su marca en concreto, sino también hacía las marcas españolas en general y que les ayuda a tener una visión esperanzadora del futuro, “gracias a todo esto creo que nos vamos a tratar y mirar todos de otra manera. Espero que nuestra humanidad crezca”, confiesa.
No todo ha sido positivo durante este periodo. También ha habido importantes retos que Ana y Jaime han ido superando. Reconoce que la primera etapa del estado de alarma fue la más estresante, un momento en el que tuvieron que tomar decisiones rápidas para evitar el desastre, “las medidas del gobierno no estaban claras y nos cortaban la fuente de ingreso principal que son nuestras tiendas, entendiendo que era algo totalmente necesario pero todo se volvía insostenible”, recuerda Ana Carrasco de aquellos días. Además, en su caso, este periodo de cuarentena no ayudó a su creatividad, “no por quedarme paralizada, no he parado de trabajar pero de otra manera. Tenemos tres niños pequeños y entre el teletrabajo, el telecolegio, la comunicación y lo digital prácticamente no he tenido un minuto de tranquilidad y la necesito para diseñar”, relata.
La parte positiva a nivel personal la encuentra en el tiempo que han podido compartir en familia todos juntos y, a nivel profesional, cree que con todo esto el mensaje que su marca transmite, el de el valor de un producto sostenible, elaborado a mano y en talleres locales, ha calado: “Debemos apoyarnos y comprar lo hecho en España, marcas como la nuestra mantienen trabajos de valor. Somos locales, trazables, sostenibles y cuidamos mucho más todos los procesos. El otro día leía un articulo muchas marcas internacionales apostaban por la artesanía y decían que como las manos españolas no hay ningunas, y los españoles teniéndolo tan cerca lo comprábamos lejos, una locura”.
Esta crisis no cambiará demasiado su forma de trabajar, ellos ya habían cambiado su modelo de negocio hace tan solo cinco años, incorporando novedades todos los meses, sacando colecciones con muy poco tiempo. Un método que a nivel diseño es muy bueno porque tal y como nos cuenta Ana le permite madurar las piezas. El no tener una colección cerrada con medio año de antelación le facilita ir tomando el pulso de lo que funciona, lo que quieren sus clientes… Esta etapa sí que les ha servido para descubrir el teletrabajo, “nos ha llevado a mejorar mucho en nuestra comunicación interna.”, reconoce.
Ana Carrasco cree que sobre todo esta pandemia ayudará a los que hacen las cosas de manera diferente y con conciencia como ellos, “se va a valorar mucho más al que trata de hacer las cosas con valores, pensando en su entorno y en beneficiar a todos en el proceso, somos marcas que no buscamos solo los números y el consumismo. Es nuestro momento y ¡debemos aprovecharlo!”.
Así pues, una lección que sacamos, si es que hemos aprendido algo de todo esto, es que las grandes firmas no se construyen en base a sus resultados, al número de tiendas que tienen o a lo mucho que se hable de ellos, sino a la capacidad que tienen de adaptarse y de aportar un producto diferenciado con una filosofía de marca que le aporta al consumidor mucho más que llevar algo bonito. Y Malababa desde luego ha demostrado tenerlo.
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