Maria Travia, la mujer a quien Ennio Morricone siempre recuerda en sus discursos

Encumbrado por su tándem creativo junto al director Sergio Leone, el músico italiano de 91 años anunció el año pasado que dejaba la batuta tras más de 500 bandas sonoras. En 2007, Ennio Morricone recibió el Oscar Honorífico y dedicó su discurso de agradecimiento a la persona que ha tenido a su lado durante los últimos setenta años, su esposa Maria Travia. "Es un acto de justicia. Mientras yo estaba componiendo, ella se estaba sacrificando por la familia y nuestros hijos", expresó el autor de la música de La Misión y Érase una vez en América. Diez años más tarde, cuando fue honrado con otro Premio de la Academia por su trabajo en Los Odiosos Ocho, volvió a acordarse de ella: "Se lo dedico a mi esposa, Maria, mi mentora". Sin embargo, Maria Travia, que suele viajar con él a Los Ángeles y acude a las galas de premios, no es solo la "mujer de".

Su relación con Morricone comenzó gracias a una persona en común. "Nos conocimos en Roma en el Año Santo: 1950. Era amiga de mi hermana Adriana", recordaba Morricone en una entrevista con el Corriere della Sera. El compositor se enamoró inmediatamente de Travia, pero ella quiso esperar. Fue un cruel giro del destino lo que sellaría su amor para siempre. La joven iba conduciendo en el coche de su padre cuando se distrajo un segundo y sufrió un grave accidente que la dejó en cama durante semanas, escayolada del cuello hasta la cintura. Morricone permaneció a su lado durante su recuperación, y ahí, contaría el italiano, fue como la conquistó: "Así, día a día, gota a gota, hice que se enamorara de mí".

Se casaron seis años después, el 13 de octubre de 1956, y poco más tarde nació su primer hijo, Marco. Por aquel entonces Morricone era prácticamente un desconocido que buscaba su sitio en la industria del cine, pero no tardó en despuntar. En 1961, cuando dio la bienvenida a su segunda hija Alessandra, debutó en la gran pantalla con la banda sonora de El Federal de Luciano Salce. El siguiente éxito también vino acompañado de un nuevo vástago: su primer filme con Sergio Leone, Por un puñado de dólares, se estrenó el mismo año en que nació su tercer hijo, Andrea, hoy director y compositor de bandas sonoras como su padre. La premiere de El bueno, el feo y el malo, en 1966, trajo el nacimiento de Giovanni, su hijo menor. Morricone ya era una estrella.

Morricone reconoce que vivir a su lado es una tarea exigente. En el discurso del Oscar honorífico se disculpaba así ante su esposa: "Durante cincuenta años nos hemos visto muy poco: o estaba con la orquesta o estaba encerrado en mi estudio trabajando", confesó el compositor. En otra entrevista amplió sus palabras: "Ella ha sido muy buena al aguantarme. Es cierto, a veces soy yo quien tengo que soportarla. Pero vivir con alguien que hace mi trabajo no es fácil. Atención militar. Horarios férreos. Días enteros sin ver a nadie. Soy un tipo estricto, primero conmigo mismo, y en consecuencia con los que me rodean".

Pero Maria Travia ha sido más que una esposa paciente y atenta. Su nombre aparece muy discretamente en los créditos de algunas de las piezas más famosas de su marido, en las que colaboró como letrista. Así fue con algunos temas de La Misión, Cinema Paradiso, o Érase una vez en el Oeste, en las que aportó los versos inspirados en las tramas de las películas y que se utilizan en determinadas interpretaciones.

Travia, además, se convirtió en una pieza esencial de proceso creativo de Morricone. Era la primera en juzgar sus nuevas composiciones. "A veces los directores elegían las peores piezas de las que proponía. Después, yo tenía que rescatarlas como podía, con la instrumentación, por ejemplo", reveló el italiano en En busca de aquel sonido, su biografía. "Comprendí que debía hacer que escucharan solo las buenas. Entonces se me ocurrió un método: empecé a llamar a mi mujer para que escuchara todos los temas. Ella me daba su opinión: ‘Quédate con este, desecha este otro, Ennio. De nada", contaba. "No tiene un conocimiento técnico de la música, pero tiene el mismo instinto que el público. Y es sumamente severa. Problema resuelto: desde que los escucha Maria, los directores pueden elegir solo entre las piezas que previamente ha aprobado ella. En cambio, cuando la composición no encaja, el problema no atañe al director ni a mi esposa: esas decisiones son cosa mía".

Siguen viviendo juntos en su palazzo del centro de Roma con vistas a la Colina Capitolina. El piano de Morricone está en una enorme habitación de estilo barroco, pero como es bien sabido, el italiano no compone sentado al teclado ni tampoco en un ordenador, sino en su escritorio. Es capaz de terminar una banda sonora en solo un mes. "La idea de que soy un compositor prolífico es verdad por una parte y falsa por otra", dijo en una entrevista con The New York Times. "A lo mejor es que organizo mi tiempo mejor que los demás. Pero comparado con los compositores clásicos como Bach, Frescobaldi, Palestrina o Mozart, me definiría como desempleado". Si le toca trabajar, cancela las vacaciones y no descansa ni los fines de semana.

El artista ha explicado en alguna ocasión cuál es el secreto para mantener un matrimonio durante casi 70 años. No se distingue mucho de su actitud ante el trabajo. "En el amor, como en el arte, la constancia lo es todo", agregó al diario italiano. "No sé si existe el amor a primera vista o las intuiciones sobrenaturales. Sé que la consistencia y la seriedad sí. Y, por supuesto, la lealtad".

A pesar de la gran sensibilidad de sus melodías, Morricone ha confesado que la fuente de sus obras no proviene de sus propias vivencias. "Pensar que la inspiración tiene un componente biográfico es una idea romántica de la composición. Algunos compositores, quizás, vean a una mujer y digan: ‘Voy a componer algo extraordinario porque estoy pensando en ella", contó en The New York Times. Ante la pregunta de si eso le había ocurrido alguna vez a él, contestó: "Nunca".

Artículo publicado originalmente el 8 de enero de 2019 y actualizado.

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