Su propia hija mayor, Lolita, dijo una vez que el apellido Flores te abre las puertas y también te las cierra. Si repasamos la trayectoria de los miembros de esta familia, podemos observar que muchas veces no lo han tenido fácil. En las siguientes líneas vamos a seguir la trayectoria de una saga que nacía en 1923 con el nacimiento de María Dolores Flores Ruiz, en Jerez de la Frontera.
En un barrio gitano de la localidad gaditana nacía Lola Flores.Ella no lo sabía, pero su nombre se iba a convertir en sinónimo de Arte. Con dos años se va a Sevilla y con diez empieza a bailar. Aunque muchos la etiquetan de gitana, la sangre de Lola no era cien por cien gitana. Fiel reflejo de Pastora Imperio, actriz referente para la época, que conectaba con el público cuando representaban a un hombre casado enamorado de una joven de nombre Salvadora. Aquella historia parecía calcada en la realidad. La relación, que duró largos ocho años, entre Caracol y Lola Flores -que en sus comienzos se hacía llamar Imperio de Jerez- estaba marcada por la pasión, los celos y las continuas broncas detrás del escenario.
La bien pagá
Caracol no fue el primer hombre que pasó por la vida de la artista. El guitarrista, El Niño Ricardo, apareció antes en su vida. La vida de Lola se iba escribiendo a gran velocidad. En los años cuarenta se instala en Madrid y es cuando firma con el empresario Cesáreo González un contrato de 4.000.000 pesetas (24.000 euros) por dos años de trabajo.
No eran los contratos que se firman hoy en día, ya que comprometían a hacer películas, espectáculos, recitales en radio… El trabajo era por 16.000 pesetas al día (96 euros). Con aquel dinero se compró hasta una casa en Madrid. Dicen que no le importaba el dinero y que durante toda su vida ayudó a mucha gente para comprarse una casa o simplemente para llenar la nevera. No fue buena administradora, como veremos más adelante.
El arte de Lola Flores cruzaba fronteras y allí donde actuaba enamoraba al público. Es célebre aquel titular del New York Times: “No canta ni baila, pero no se la pierdan”. En América se codeó y conquistó a galanes como Gary Cooper o al magnate Onassis. Pero no llegó a mayores.
Lola era el alma de todas las fiestas de la capital. Todos querían estar junto a este embrujo de mujer. Hizo infinidad de amistades.
En esta foto, la podemos ver con su amiga Marujita Díaz, que en aquel momento estaba saliendo con el playboy Espartaco Santoni.
A tu vera hasta que me muera
Su lista de “amoríos” podemos decir que es extensa para la época, hasta que llegó “su gitano”. El actor Rafael Romero Marchent; los futbolistas Biosca, Gerardo Coque -con quien casi se casa- y Manuel Pazos; los toreros Rafael Gómez Gallito y Manolo González, que también conquistó a Cayetana Alba. En 1955 vuelve a aparecer en su vida Antonio González “El pescaílla”, a quien ya conocía en tiempos de Caracol. “Cuando me volví a encontrar con Antonio, cogí el cielo con las manos”, decía la Flores. Un año más tarde se casaron en El Escorial. Lo tuvieron que hacer a las seis de la mañana, a escondidas, porque la familia gitana de la madre de la primera hija del guitarrista, Antonia, dicen, le amenazó.
Un matrimonio que duró hasta los últimos días de La Faraona y del que nacieron tres de sus tesoros más preciados, y eso que a la artista le encantaban las joyas –célebres son las imágenes de cuando perdió un pendiente en una actuación–. El matrimonio decidió que a partir de ese momento, iba a a ser Lola quien trabajara y el creador del la rumba catalana se iba a hacer cargo de sus tres hijos: Lolita, Antonio y Rosario.
“Quien llevaba los pantalones era mi padre, aunque a lo callado”, explica Lolita. Todo apuntaba a que era la pareja perfecta y sobre todo en lo artístico, ya que Antonio le compuso mucho de los éxitos a La Faraona.
La casa de la calle María de Molina de Madrid estaba llena de alegría, arte y libertad. Eran míticas las fiestas en aquel piso. “En Fin de Año invitaba a mucha gente e íbamos muchos periodistas. Aquellas fiestas se prolongaban días. Me acuerdo que despertaban a Rosario y a Lolita para que bailaran”, relataba nuestro compañero Agustín Trialasos.
¡Que me coma el tigre!
Otro periodista y amigo de Lola, Manolo Román, también relata uno de los capítulos con más pasión de La Faraona: “Aún recuerdo un almuerzo que compartí con Lola y su hermana Carmen cuando a los postres, llevándose la mano diestra hasta sus partes pudendas, me confió: Es que yo, aquí abajo, tengo fuego que necesito apagar… Pero lo hago procurando no ofender a Antonio, mi marido, al que sigo queriendo. Lo que pasa es que ya son muchos años de matrimonio”.
Muchos eran los que hablaban de la supuesta relación que Lola mantenía desde 1979 con Antonio Carrasco “El Junco”. En vida de Lola, todo su entorno jamás se manifestó. Y fue diez años después de su muerte, cuando se habló de la relación.
Dolorosa mía
Años antes de esa relación, en 1972, le diagnosticaron que tenía un cáncer, contra el que batalló 23 años. Esa batalla y la que tuvo con Hacienda fueron dos capítulos negros de su biografía.
El 24 de marzo de 1987 Hacienda le acusa de no haber hecho la Declaración de la Renta de los años 1982 a 1985. El fiscal solicitó prisión, una multa de 96 millones de pesetas e indemnización de 52 millones de pesetas. Se libró de la cárcel, pero tuvo que pagar 28 millones. “Me sentaron en el banquillo como si fuera una asesina. A punto estuve de tomarme un tubo de pastillas, pero no podía abandonar a mis hijos”, decía Lola.Y es que sus hijos ya empezaban a escribir también sus vidas.
Con sólo 16 años, Lolita se convierte en número uno enlas listas gracias a “Amor, amor”. También quiso ser actriz, pero eran años de destape y su padre se lo prohibió. Hasta que se casó con el argentino Guillermo Furiase. Guillermo fue luego representante de La Faraona. Pero en la vida de Lolita, la mayor de las González-Flores, hubo otros hombres como Antonio Arribas, Paquirri y hay quien dice que también Serrat, su amor platónico.
En la Iglesia de la Encarnación de Marbella, Lolita se casó con el argentino el 25 de agosto de 1983. “Más bien me casé en la sacristía”, dice Lolita, que estuvo a punto de no casarse por la cantidad de gente que quería ver a la mayor de las Flores en su boda. “Si me queréis, irse”, suplicaba La Faraona.
Tuvo que morir Lola para que a Lolita se le reconociera su talento como actriz. Con “Rencor” ganó el Goya y ahora llena teatros con obras como “La plaza del diamante” o “Frida”.
A finales de los ochenta, Antonio González no tuvo más remedio que aceptar que sus hijos Antonio y Rosario coqueteasen con el cine. Pero Antonio hijo por aquella ya empezaba a ser un mago de la música gracias a sus letras. Muchos se preguntan qué habría sido de él hoy. Pero no pudo ser porque Antonio Flores no pudo vivir sin la mujer que le trajo al mundo. Catorce días después de la muerte de su madre, aparecía muerto en la cabaña del jardín de la casa familiar, “El lerele”, en Madrid. Nos dejaba de herencia a su hija Alba, fruto de su relación con Ana María Villa.
Rosario, su espejo
La pequeña de las Flores, Rosarillo, que era la musa de las letras de su hermano también ha triunfado con su música. Cuando presentó su primer disco en la sala Moroco de Madrid prohibió a su madre que fuera para que no la eclipsara. Muchos dicen que es el espejo de su madre en el escenario, será por eso por lo que ha llegado a ganar dos Grammy Latinos.
Las ganas de vivir
Sus tres hijos y su marido fueron fundamentales para Lola en su lucha contra el cáncer. “Yo me voy a curar porque a mis hijos les hago falta”, decía La Faraona. Pero la enfermedad la llegó a destruir hasta físicamente. Su última actuación en nuestro país fue en las Fallas de Valencia, en 1995. También fue la última vez que se sentó en una mesa de juego, fue en el Casino Monte Picayo, para jugarse gran parte de lo que había cobrado por cantar: tres millones de pesetas.
Y dejó de respirar
El 16 de mayo de 1995 Lola dejó de respirar definitivamente. Aunque ella quería despedirse en el Teatro Calderón, donde triunfó con “La Zarzamora”, su capilla ardiente se instaló en el Centro Cultural de la Villa, en la Plaza de Colón de Madrid.
Allí, amortajada con una mantilla blanca, regalo de su comadre Carmen Sevilla, más de 200.000 personas se despidieron de ella. “Quiero que pasen delante de mí todos los mariquitas y la gente que me quiere mucho”, decía La Faraona. Antes de morir le pidió perdón a su marido.
Aquel día de 1995 no sólo moría María Dolores Flores. Moría una época. Moría Lola Flores.
La saga Flores continúa
Tras la muerte de Lola Flores la familia tuvo que resurgir entre sus cenizas. La familia se fue a vivir a la casa de La Moraleja. Allí, el patriarca, Antonio González (fallecido el 12 de noviembre de 1999), vio cómo sus hijas tomaban las riendas de sus vidas profesionales. Lolita, sin desvincularse de la música, retomó con fuerza su carrera como actriz y hasta ganó un Goya por su interpretación en “Rencor”. Ahora compagina sus trabajos de jurado en “Tu cara me suena” con el teatro. Por su parte, Rosario sigue ganando éxitos con su música. Ambas, Lolita y Rosario, han dado una serie de conciertos en América para que la llama del arte de los Flores siga encendida.
Pero no son las únicas que triunfan. La siguiente generación ha venido con fuerza. Alba Flores, hija de Antonio y Ana María Villa, es ya una actriz consolidada y conocida en medio mundo gracias a su papel en “La casa de papel”. Elena Furiase, hija de Lolita y Guillermo Furiase, dio el salto a la interpretación con “El internado” y poco a poco va haciéndose un hueco. Recientemente ha sido madre de un niño, Noah, con su pareja, Gonzalo Sierra. Su hermano, Guillermo, ha salido a su tío y es un mago de la guitarra y la composición. Y, por ú ltimo, a Lola, la hija que Rosario tuvo con Carlos Orellana, le encanta la fotografía, la pintura y “escribe muy bien”, dice su madre. Rosario tiene otro hijo, Pedro Antonio, con su actual pareja, Pedro Lazaga.
Siempre con Diez Minutos
Fueron muchas las portadas que Lola Flores protagonizó en DIEZ MINUTOS. Muy amiga de periodistas que pasaron por nuestra redacción como Joaquín Valdés, Agustín Trialasos o Manolo Román, la artista siempre estaba dispuesta a hablar con nosotros hasta en los momentos críticos de su vida, comocuando la sentaron en el banquillo o la operaron, y “nos regaló” las imágenes saliendo del quirófano donde gritaba: “¡Bingo!”.
Fuente: Leer Artículo Completo