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Fernando Grande-Marlaska, ministro del Interior, habló con María Gámez cada uno de los 13 días que duró la operación de rescate del niño Julen en Totalán, en enero de 2019. Ella, subdelegada del Gobierno en Málaga, se encargó, junto al coronel Jesús Esteban, de coordinar un dispositivo nunca visto y de lidiar con la bulimia informativa de los casi 200 periodistas que el cerro que dio la vuelta al mundo. La socialista hizo gala de sus cualidades: firme sin ser áspera, rigurosa sin perder la humanidad y resuelta a la hora de manejar situaciones tensas con los medios. Sobrevivir a la situación sin perder la compostura. “Aquello fue un curso acelerado de gestión de crisis”, confesó tiempo después.
El ministro del Interior, que la había tratado en las operaciones contra el narcotráfico en la Costal del Sol, se dio cuenta de que Gámez era la candidata idónea para ser la primera mujer al frente de la Guardia Civil en175 años de historia. “Lo importante es no ser la única, no la primera”, repetía en las entrevistas que dio cuando se ratificó su nombramiento, que contó con la necesaria aprobación de la ministra de Defensa, Margarita Robles.
De eso hace apenas cinco meses, los últimos dos los ha pasado Gámez confinada en la vivienda oficial que la Guardia Civil tiene en la madrileña calle de Guzmán el Bueno. En ese tiempo, su presencia pública ha sido casi inexistente, algo que le ha valido crítifcas de varias asociaciones de guardias civiles, en especial, durante el episodio que protagonizó el general José Manuel Santiago, que desató una fuerte polémica al declarar en rueda de prensa que su cuerpo estaba trabajando durante la pandemia "para minimizar bulos contrarios al Gobierno".
Pero ella siguió con su mutismo, de tal manera, que algunos opinadores llegaron a deslizar que la causapodría ser que estuviera contagiada de coronavirus. “Y no es así”, zanjan en su entorno. En estos dos meses, Gámez ha dado unas pocaspocas entrevistas en las que se ha limitado subrayar la labor en esta pandemia de los 77.000profesionales que tiene a su cargo, al menos 1.500 contagiados por Covid19.
Según indican a Vanity Fair las mismas fuentes, algunas de las razones de ese silencio es que la directora no forma parte del equipo técnico de la pandemia y que Moncloa no quiere exponer a quien pasa por ser uno de los nombres con más ascendencia dentro del sanchismo en Andalucía. Pero, ¿quién es esta malagueña a quien preserva el Gobierno?
La infancia en un faro
En una entrevista concedida a El País en 2008, Gámez confesó que su familia, que procedía de un ambiente conservador, se hizo de izquierdas cuando empezó a pasar hambre. De hecho, la menor de once hermanos (ocho niñas y tres niños) fue la primera en nacer en un hospital. En todos los partos anteriores, Carmen Gámez, como se llamaba su madre, dio a luz en el interior de un faro en los distintos destinos de su marido, Antonio Gámez, farero como sus antepasados: Tarifa, Sanlúcar de Barrameda –donde nació María en 1969–, la Costa da Morte y, por último, el faro de Estepona, donde finalmente se asentó la familia en una tierra en la que todo eran estrecheces.
Ese último faro tenía 89 escalones hasta llegar a la sala de máquinas, recordó al periodista. Fue su espacio de recreo para una niña consciente de la situación familiar. Para aliviar la economía, confesó, Antonio comenzó a vender la chatarra que escupía el mar y Carmen, a cuidar a los niños de los guiris que llegaban a Estepona en aquellos años 70 en los que el turismo extranjero se enamoró de la Costa del Sol y las hermanas mayores hacían camas en los hoteles que empezaron a levantarse en el litoral malagueño.
Para cuando María tuvo uso de razón ya sabía que su futuro dependería de su esfuerzo y de su constancia. Estudió siempre con becas y logró cursar el Bachillerato en el colegio de monjas El Monte de Málaga gracias a que el padre de una alumna quiso pagar los estudios a la niña con mejor expediente pero sin recursos. Esa era María. Nunca llegó a conocer a su benefactor.
Licenciada en Derecho con un expediente de sobresalientes y matrículas, comenzó a hacer prácticas en el Delegación de Agricultura de la Junta de Andalucía en Málaga y tiempo después logró plaza como funcionaria de carrera del Cuerpo Superior de Administradores Generales de la Junta de Andalucía. En ese tiempo, esta madre de tres hijos, tuvo a los dos mayores: Martín y Nina –por Nina Simone–con un profesor alemán, idioma que domina con solvencia, y de quien se separó años después.
Llegada al PSOE
Gámez se afilió al PSOE en 2004, fecha en la que ocupó su primer cargo político: delegada de Innovación de la Junta en Málaga y cuatro años más tarde, ya era delegada del Gobierno en la provincia. “Es muy trabajadora, de muy buen trato pero no brillante”, destaca una voz del socialismo en Málaga. “Es muy capaz, muy respetada, no me extrañó nada el nombramiento de Marlaska”, eleva Ana López, responsable de comunicación de la operación de rescate del malogrado niño y autora de Julen, el niño de todos (Samarkanda), libro en el que dedica numerosos pasajes a loar la labor de Gámez.
“Es una impostora política, fruto de la necesidad del PSOE de purgar al candidato a la alcaldía de Málaga por un tuit desafortunado”, tercia Curro Troya, analista político que ha seguido muy de cerca los avataresde la política malagueña. Gámez disputó en dos ocasiones la alcaldía de Málaga al incombustible Francisco de la Torre, en el mando desde hace 20 años. En 2011, su primer intento, estaba embarazada de su tercer hijo, Carlos, que tuvo con su actual marido, Juan Carlos Martínez. En la segunda, en 2015, se quedó muy lejos de conseguir un buen resultado y al año siguiente abandonó la política, discretamente pero molesta, según relata Troya, porque Susana Díaz no hubiera contado con ella para un puesto de relevancia en el potente organigrama de la Junta de Andalucía.
Aunque las razones que llevan a no confiar en alguien nunca se revelan, lo cierto es que sobre Gámez pesa mucho la sombra de su pareja, estrecho colaborador de Gaspar Zarrías, mano derecha de Manuel Chaves, y hermano de Bienvenido Martínez, presidente de Santana Motor en Linares (Jaén), uno de los orígenes del caso de los ERE. En su última legislatura, Susana Díaz –empeñada en escenificar la ruptura con la gestión de los anteriores presidentes de la Junta– optaba por el destierron en cuanto alguien le causaba la menor duda.
Sánchez al rescate
Hasta que la moción de censura contra Mariano Rajoy y la llegada de Pedro Sánchez al Gobierno en junio de 2018, propició el inicio del desagravio para Gámez. Sánchez nombró delegado del Gobierno de Andalucía a Alfonso Rodríguez Gómez de Celis –hoy vicepresidente primero del Congreso–, que a su vez eligió de subdelegada del Gobierno en Málaga a María Gámez, que a pesar de las críticas, hoy se siente aliviada de poder salir a correr por los alrededores de Guzmán el Bueno, siendo como era una una runner habitual en su ciudad. Era normal verla correr por el Palmeral de las Sorpresas o el Paseo Marítimo.
Quienes la conocen, aseguran que cuenta los días que le quedan para el reencuentro con su familia, que se ha quedado en Málaga. También que mantiene en la mesa del despacho un libro, del que apenas ha podido avanzar unas páginas, Sereno en el peligro, en el que Lorenzo Silva retrata los claroscuros de la Guardia Civil, cuya historia alcanzó un hito con el nombramiento de María Gámez, para muchos hoy, una directora ausente.
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