Ser líder en un sector, tener la máxima visibilidad en el sistema de espectáculo planetario, tiene sus costes. Esta crisis del coronavirus ha hecho sentir a algunos de los ricos y famosos, propietarios de las marcas más populares del globo, que su poder conlleva una responsabilidad. En España lo hemos visto muy claramente en el caso de Inditex, objeto de una vigilancia pública que no se produce sobre otras marcas. El anuncio de que la megafirma gallega iba a acogerse a un ERTE y despedir a parte de sus empleados (25.000) levantó tal indignación en redes sociales, que la empresa tuvo que echarse atrás y asegurar puesto y empleo al menos hasta este mes de mayo. Sin duda, tuvieron en cuenta que el coste reputacional de un anuncio así sería mucho mayor que el ahorro que se conseguiría con los despidos. Exactamente lo mismo que le ha ocurrido a Victoria Beckham y Ellen Degeneres.
La ex Spice Girl no tiene una empresa global con la facturación mil millonaria de Amancio Ortega, pero como figura de referencia en la moda británica está sujeta a similar vigilancia. De hecho, las redes sociales gritaron de indignación cuando se supo que la diseñadora pretendía acogerse a las medidas de socorro que el gobierno británico va a destinar a las empresas en crisis, además de despedir al 30% de su plantilla. Tal fue el clamor, que Victoria Beckham tuvo que emitir un comunicado en el que anunciaba que no acudiría a las ayudas gubernamentales ni a los despidos, «porque el bienestar de mi equipo significa todo para mí». Beckham, poseedora de una fortuna estimada en 335 millones de libras, estaba dispuesta a recibir unos 150.000 libras del gobierno británica y ya había enviado una carta de despido a 30 de sus 120 empleados. El caso de Ellen Degeneres, la famosa presentadora de televisión británica, no ha terminado tan bien.
La indignación contra la presentadora de televisión estadounidense, con más de una década al frente de «El show de Ellen Degeneres» en la cadena ABC, es total. Aunque posee una fortuna valorada en 330 millones de dólares, ha despedido a toda su plantilla de la noche a la mañana. De hecho, aunque su cuenta de Instagram está llena de iniciativas benéficas que ella apoya e impulsa, sustituyó a su equipo habitual por trabajadores no protegidos por ningún sindicato para filmar el programa que está retransmitiendo desde su casa. Su ejemplo durante esta crisis del coronavirus le está produciendo un desgaste enorme en términos de reputación, sobre todo porque otros presentadores han hecho pública su decisión de mantener a sus equipos, desde James Corden (con una fortuna valorada en 12 millones de dólares), Trevor Noah o Jimmy Kimmel, quien sufragará las nóminas con dinero de su propio bolsillo.
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