La fascinante historia de Florence Nightingale, la enfermera que cambió los paradigmas de la profesión

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El papel de la enfermería en la actualidad tal vez sería concebido de otra forma de no ser por los avances de Florence Nightingale. Fue una enfermera inglesa cuya labor tuvo como consecuencia una considerable mejora del funcionamiento de los hospitales, que hasta entonces carecían de higiene. Las malas condiciones de los pacientes, en ocasiones hacinados, y la carencia de salubridad de los centros provocaban muchas más muertes de las que se podían evitar.

Antes de ella, la labor de la enfermería era puramente religiosa y emocional, basada en los sentimientos. Sin embargo, Florence Nightingale supo mirar más allá y consiguió que se introdujeran sofisticadas técnicas científicas en las que debía basarse la enfermería. Para ello, era conveniente que el personal se formara de forma rigurosa en la materia, con el fin de poder aprender todas las técnicas, tal y como ocurre hoy en día.

Florence provenía de una de familia acomodada británica y debe su nombre al lugar en el que nació, una costumbre que sus padres siguieron con ella y con su hermana. Lo hizo en Florencia en 1820 y murió en Londres 90 años después. Su padre fue William Edward Nightingale, un reconocido político y protestante unitario, y su madre Frances Smith, hija del famoso abolicionista de la esclavitud William Smith. Su hermana, Frances Parthenope, nacida en Parthenópolis, fue escritora y periodista.

La tradición de una familia acomodada de la época dictaba que las mujeres no debían trabajar y su futuro estaba ligado al matrimonio. Florence nunca quiso seguir las reglas y, debido a la pasión por las matemáticas que heredó de su padre y a su fuerte carácter, empezó a formarse en la materia. Sus estudios le fueron de gran ayuda en sus avances posteriores relacionados con la enfermería.

En contra de la voluntad de su madre y de su hermana también decidió estudiar enfermería, una profesión que se consideraba propia de las mujeres de la clase trabajadora. Como consecuencia de una llamada divina, según ella, en 1844 empezó a trabajar para mejorar las condiciones de los pacientes hospitalarios, que era su verdadera vocación.

Florence estuvo en constante formación durante años y viajó por todo el mundo aprendiendo y enseñando nuevas técnicas de enfermería, algo que muestran sus diarios de viaje. Pasó por países como Francia, Suiza, Grecia, Italia o Egipto. Luchó por la justicia y rechazó el pensamiento generalizado que había de que las personas con menos recursos solo podían cuidarse entre ellas. Una iniciativa que sirvió como paso previo a la fundación del Sistema Nacional de Salud británico, creado 40 años después de su fallecimiento. Envió incluso enfermeras entrenadas a las casas de trabajo para ayudar a darle tratamiento a los necesitados.

Su trayectoria la llevó a convertirse, en 1853, en la supervisora de las enfermeras de un hospital londinense de caridad, el Instituto para el Cuidado de Señoras Enfermas, en el que se trataba a mujeres sin techo. Entonces, sus avances en cuanto a organización y eficiencia, empezaron a notarse. Dotó la instalación de agua caliente y ayudó a la inserción laboral a las mujeres curadas.

Su anonimato se desvaneció por completo tras la Guerra de Crimea, un conflicto que había enfrentado al Imperio ruso de los zares y el reino de Grecia contra una alianza formada por el Imperio otomano, Francia, el Reino Unido y el reino de Cerdeña. Llamada por el secretario británico de Guerra Sidney Herbert, antiguo conocido de la familia que sabía de sus avances, se trasladó a Turquía junto a un equipo de 38 enfermeras para atender a los soldados británicos. La guerra había comenzado en 1853, pero las trabajadoras llegaron en el 54 y estuvieron hasta el final del conflicto, en el 56.

Era la primera vez que las mujeres conseguían permiso para servir en el Ejército de forma oficial en Reino Unido. La propia Florence instruyó a algunas de las voluntarias que la acompañaron en la misión y, nada más llegar, les ordenó limpiar y garantizar la higiene del hospital de campaña. Mejoraron la ventilación y vistieron a los enfermos con decencia y, por primera vez, fueron tratados como personas. En poco tiempo consiguió disminuir las muertes notablemente, gracias a sus técnicas y a pesar de la oposición del personal médico y la desconfianza en la novedad.

Además de la barrera de lo establecido, también tuvo que atravesar la de la falta de material que sufría el ejército, algo que dificultaba mucho su trabajo. Una de las principales razones por las que fallecían los soldados en la guerra no eran las heridas de combate, sino la deficiencia o inexistencia de tratamientos médicos y de enfermería.

Tal era la vocación de Florence que, por las noches, visitaba a los enfermos con una lámpara para continuar con los cuidados. Entonces se ganó el nombre por el que es conocida: ‘la dama de la lámpara’. El apodo se popularizó gracias a un poema publicado en 1857 y escrito por Henry Wadsworth Longfellow, Santa Filomena, inspirado por un retrato de Florence publicado en la prensa en el que sostenía una lámpara:

Los heridos en la batalla,en lúgubres hospitales de dolor;los tristes corredores,los fríos suelos de piedra.¡Mirad! En aquella casa de aflicciónVeo una dama con una lámpara.Pasa a través de las vacilantes tinieblasy se desliza de sala en sala.Y lentamente, como en un sueño de felicidad,el mudo paciente se vuelve a besarsu sombra, cuando se proyectaen las oscuras paredes.

A su regreso a Inglaterra, utilizó el reconocimiento obtenido para implantar sus avances en la sanidad. Gracias a sus conocimientos matemáticos y estadísticos, pudo elaborar elconocido como ‘diagrama de la rosa’, en el que representó de forma gráfica las causas y la evolución que sufrieron los fallecimientos durante la Guerra de Crimea. Desde su llegada al hospital militar de Scutari y en tan solo un año, las defunciones disminuyeron de forma drástica.

Publicó un informe con sus apuntes: Notas sobre la sanidad, la eficacia y la administración hospitalaria en el ejército británico (1858), mediante el que consiguió la reforma de la sanidad militar británica. La esferas de poder y la propia reina Victoria aceptaron su análisis y, gracias a una audiencia solicitada por Florence con la monarca, esta se convenció de que era necesario mejorar las condiciones de higiene de los hospitales. Con el tiempo, el modelo se extendió a todos los ámbitos sanitarios del país, pues gracias a él las muertes disminuían y llegó incluso a implantarlo en la India, un país para el que también realizó estudios.

En 1860 fundó la escuela de enfermería con su nombre, Escuela de Entrenamiento y Hogar Nightingale para Enfermeras en el hospital de St Thomas de Londres, gracias a la aportación económica de la reina Victoria. El marco ético era tan importante como el teórico y el práctico, y las enfermeras juraban cuidar a los pacientes siguiendo todas las reglas que habían aprendido. Hacia 1880, la comunidad científica ya había avanzado lo suficiente como para respaldar sus ideas.

Sin embargo, durante la Guerra de Crimea enfermó y su salud se fue debilitando con el tiempo, lo que la obligó a retirarse de la actividad cuando aún era joven. Pero ella nunca desistió, su empeño por conseguir que la Enfermería fuera un trabajo respetable para las mujeres hizo que escribiera informes y estudios estadísticos pioneros de gran relevancia que se propagaron por el mundo. Desde su cama también ayudó a que los hospitales siguieran mejorando y se convirtieran en lugares limpios y en los que los avances científicos se aplicaran cada día. Falleció en 1910 postrada en una cama, pero sin haber dejado de lado su investigación.

Los reconocimientos por sus avances llegaron cuando aún estaba desarrollando su carrera y continúan hasta la actualidad. Fue la primera mujer reconocida con la Orden del Mérito de Reino Unido, que se otorga a personas que consiguen dejar huella en ámbitos tan diferentes como la ciencia, la literatura, el arte o el ejército. También fue la primera mujer reconocida por la Sociedad Estadística Real, en 1858. Florence Nightingale sentó las bases de la enfermería moderna de forma tan rotunda que hoy la seguimos recordando: cada 12 de mayo se celebra el Día Internacional de la Enfermera, en honor a su nacimiento.

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